Vivir de noche

 




Hemos vuelto. Hemos vuelto a salir de noche. Hay quien ve en la noche un conjunto de escenas sórdidas, vagas o incluso tristes. Sin embargo, hay otros que le encontramos una magia especial a esa franja horaria en la que ocurren cosas que no pasarían con el Lorenzo mirando. Han vuelto las discotecas y, con ellas, su público más fiel, la juventud. Hemos demostrado que queremos salir a toda costa hasta el punto de que si no reservas con días de antelación no obtendrás mesa en ninguna discoteca de Madrid. Ya no hay lugar a la improvisación, ya no puedes estar en pijama un viernes noche y que te llame un colega para preguntarte que vas a hacer y tu respuesta sea un animado “ea ya me has liado”.  


Pero, aunque todo ha cambiado, sigue esa esencia con olor a ginebra y tabaco que nos recuerda a la antigua normalidad. Esa normalidad que una maldita pandemia tuvo que arruinar para que no volvamos a decir un “hoy no me apetece salir” después de estar dos años pasando la fiesta a la luz del día, haciendo planes de gente que nos dobla la edad. Y ahora vamos a las discotecas y encuentras que la gente ha cambiado, que cuando antes eras el más pequeño del lugar, ahora eres todo un señor para esa gente que acaba de llegar, que tiene dieciocho años y que está por descubrir lo que es Madrid.  


Y en mitad de esa vorágine de emociones te das cuenta de que hay cosas que no han cambiado. Que los porteros de discoteca conservan su mala hostia; que siempre hay un gilipollas que te quiere partir la cara y que, tras darse cuenta de que no le piensas seguir el rollo porque “qué pereza darme de hostias ahora, te acaba ofreciendo un cigarro; que te acabas de enamorar de la camarera y que vas dispuesto a decirle cuatro tonterías para ver si te da su número; que ya no te queda ni un duro, pero te quieres tomar otra copa y le cuentas la primera trola al camarero de turno para llevarte un refrigerio de forma gratuita; que hay una niña que te mira y comenta con sus amigas y tú vas y le coges la mano para que dé un giro, paso de baile retirado allá por 2015 pero que a ti te sigue valiendo. 


Y cuando te has dado cuenta de que te lo estás pasando en grande encienden las luces y te cortan en toda tu pompa. Y no se te ocurre otra cosa que decirle a tu amigo “¿recena?. Es entonces cuando, ya escondida la luna, os vais al bar de la esquina y, aunque todo el mundo se pide un kebab, a ti lo que te apetece es una cerveza y unas aceitunas mientras comentas la jugada de la rubia que se ha hecho tu colega.  

Y sin más, despiertas, con una resaca de dos pares de cojones y con el miedo de seguir a la camarera en instagram porque “vaya a ser que no sea tan guapa”.


La reflexión de Francisco S Cobos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mohamed VI, portavoz del gobierno

10 razones para preservar la Feria del Santo #LaFeriaNoSeToca

Cerrando Etapas