Tercero Izquierda
Ha llegado tercero de carrera y con él profesores competentes. Después de dos años en los que parecÃa trabajar en jornadas ocasionales con contratos temporales, ha llegado el contrato a jornada completa. Primero y segundo en el Grado de Periodismo no son difÃciles, basta con hacer un par de trabajos a la semana y después pegarte el atracón antes de los exámenes. Tercero parece subir el nivel. Parece que ya no vale con que esto se te dé bien, que el ir sobrado con hacer tres tonterÃas ya no vale. Hoy he ido a clase y una profesora me ha dicho que lo que habÃa hecho era una mierda, que tenÃa media hora para cambiarlo. En ese momento he mirado a mi alrededor para constatar si estaba en una clase del monstruoso edificio de Ciencias de la Información o en la redacción de un medio.
He empezado a sentirme periodista, estoy decepcionado y enfadado. Decepcionado por no haberlo sentido antes. Enfadado con los profesores que se creÃan populares y exigÃan lo mÃnimo, esos que no nos hacÃan trabajar para que luego te des un golpe de realidad que más que un golpe parece una caÃda de un tercer piso. El año pasado tuve una profesora a la que vi dos veces: una en la presentación y otra en el examen. No es que yo sea el mayor garante de la puntualidad o la asistencia, pero no entiendo cómo puedes cobrar una nómina a cambio de dar aprobados generales. Creo que hay asignaturas de las que, aunque me esforzara, no podrÃa recordar su nombre.
De vuelta a casa tengo unos veinticinco minutos de camino y no he podido parar de pensar en lo que aporta una carrera universitaria. Una gran fuente de aprendizaje son las prácticas. Esta última la tienen tan clara en la Complutense que, ante la falta de ofertas de prácticas, dejaron de ser obligatorias. Me imagino la reunión de la directiva aquel dÃa: “¿Plantearnos invertir en crear más prácticas? No digas tonterÃas ¿Aumentamos el presupuesto para charlas anticapitalistas?”
Es gracioso que la mayorÃa de los profesores que he tenido nos hayan dicho que no vamos a trabajar de periodistas, que la cosa está muy complicada, que no nos va a contratar nadie. No les faltaba razón en que conseguir trabajo de periodista está complicado. Sin embargo, que no me pague nadie tiene sus ventajas, al menos por ahora. Que no me pague Unidas Podemos como a Dina Bousselham hace que pueda criticar la excesiva politización de mi universidad. Que no me pague Vox como a Alvise me permite criticar a Ortega Smith cuando se emociona y se le alza la mano de forma involuntaria.
Siempre hay otra cara de la moneda, los profesores que de verdad les gusta su trabajo. Aquellos profesores que te enseñan, que ni sabes su ideologÃa ni te importa. Esos profesores que hacen que te apasiones por esta profesión y te animan a crear nuevos proyectos. Los que te dicen que tu trabajo es una mierda y que vuelvas a hacerlo para ayer. Los que consiguen hacerte sentir un periodista en una redacción dÃa tras dÃa.
Ya por el quiosco que hace esquina antes de llegar a mi casa he pensado que todo esto podrÃa mejorarse, o al menos intentarlo. Se me pasó por la cabeza que el gobierno, ya sea el actual, el anterior o el próximo, podrÃa ejercer un control más eficiente y regular de forma más concisa de las universidades públicas españolas. Pensé que para eso tendrÃan que modificar la ley educativa y, por un instante me pareció buena idea, al segundo instante me acordé de la ley Celaá y pedà perdón a Dios por siquiera haberlo planteado. Y es que, aunque contradiga la filosofÃa de que los cambios siempre son buenos, cuando un polÃtico modifica la educación pasa como jugar contra Francia; que no hay fueras de juego y el único VAR que hay es el del congreso, que tiene los cubatas a cuatro euros.
La reflexión de Francisco S Cobos.
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