Las Rupturas de San Valentín



Caminaba ayer de vuelta a casa viendo, con más tráfico de lo común para un frío lunes, las floristerías y los bares. Las primeras con enamorados que pasaban a comprar flores a su pareja y, los segundos, con parejas celebrando su amor. Era San Valentín. A mí, en mi continua búsqueda por ir contracorriente me dio por pensar, más que en el amor, en el desamor. Me acordé de Santiago Abascal deshojando la margarita pensando si el partido popular quiere o no quiere a Juan García Gallardo, candidato de Vox, como vicepresidente en Castilla y León. Más se lo estará pensando Mañueco, presidente de la comunidad, que, tras haber forzado unas elecciones para salir fortalecido, se podría decir que fue a por lana y salió trasquilado. Presidente que, por ahora, echa balones fuera y por lo único que se decanta es por seguir gobernando, con quién, eso es secundario. 

Ante esa propuesta de matrimonio, García Egea tira de ingeniería política y piensa en pactar con los partidos pequeños de la Comunidad Autónoma, la mayoría regionalistas, para forzar la abstención de Vox. Esto sucede porque, como ahora interesa, el gobierno Frankenstein no solo no es tan malo, sino que está de moda. Me imagino la discusión de pareja entre Génova y los de la calle Bambú. ¡Solo me quieres para lo que me quieres! ¡Para la abstención sí, pero para gobernar te buscas a otra! Le diría Abascal a Casado. Sin embargo, todo apunta a que lo acabarán solucionando y pactarán para que la derecha radical ejerza, por primera vez, el músculo del poder. Cuidado, que engancha. 


La única solución viable para que esto no pase es que el PSOE facilite el gobierno de los populares. No parece que la izquierda esté tan decida a bloquear la llegada al gobierno de lo que lo que ellos llaman extrema derecha. Voces de ¡Abstención! Se escuchan desde algunos líderes locales socialistas. No les vaticino un gran futuro en política, pues a Ferraz, como a las demás sedes nacionales, no suelen llegar personas sensatas, sino personas de partido.  


También rompió el electorado con aquello que no hace mucho llamamos la nueva política, que se llevó un escaño por barba. Pueden empezar a pensar ambos en dejar atrás el plural para no caer en publicidad engañosa y que, en vez de Ciudadanos sea “Ciudadano” y, en vez de Podemos comience a llamarse “Puedo”. No tuvo resultado el “efecto Yolanda Díaz”, espero Iván Redondo no se autoflagele demasiado en su casa pensando en su error, eso, si se ha percatado de haber cometido alguno.  


Lo que parece que no queda duda es que Putin sí que está enamorado de Ucrania, en un sentido bastante tóxico de la palabra, y que la guerra es evidente para hacerla suya. Este nuevo amorío de Rusia le hará romper con Europa y con Estados Unidos. Estos últimos, con los que se llevaba bien hace no tanto tiempo cuando el presidente estadounidense más demonizado de la historia por la opinión pública, muchas veces con razón, dormía en la Casa Blanca. Quién iba a decir cuando Trump ganó las elecciones que se entendería mejor con Rusia y Corea del Norte que su sucesor demócrata. En lo que, según los norteamericanos, es la víspera del comienzo de una guerra, me da por pensar qué habría pasado si el republicano siguiera en el Despacho Oval. La última ruptura importante que observo en este día de San Valentín es la de la sociedad española con el sentido común, ya que para política exterior ya está el PSG – Real Madrid. 


La reflexión de Francisco S. Cobos.

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